Páginas: 93
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¿Me gustó?: Si
Argumento: Primer amor adolescente y primer desengaño amoroso.
Opinión y comentarios: Este libro le descubrí a través de la reseña de otro libro, concretamente del libro agua salada de Charles Simmons, de reciente publicación, en el que se hace referencia al libro de Turguéniev, y se explica como el libro de Simmons se inspira en él y crea una versión moderna del mismo.
Me picó el gusanillo y me dije, tengo que leer primero a Turguéniev, para comparar y leer luego el otro, y dicho y hecho, aparte es una novela cortita y la leí en seguida.
Iván Turguéniev es un autor clásico ruso de mitades del siglo XIX, al que yo desconocía, y me ha encantado leerle, seguramente no sea esta la única novela que lea de este autor, del que me apetece, ahora ya, leer y conocer mas de su obra.
El primer amor es una novela corta, escrita en 1860, que habla del descubrimiento adolescente del amor, del ensimismamiento, atolondramiento y obsesión por el objeto amado y el desencanto final al descubrir que el amor no es correspondido.
Novela atemporal, válida para cualquier tiempo, preciosa de leer y refrescante en su ingenuidad, nos transporta a un mundo de sentimientos encontrados, el descubrimiento del amor adolescente y la maravilla del despertar al mundo de los sentidos.
Pude
ver sus grandes ojos grises, en un rostro móvil agitado súbitamente por un leve
temblor, y la carcajada, reprimida al principio, brotó, sonora, poniendo al
descubierto sus dientes blancos y arqueando curiosamente las cejas de la
muchacha... Me sonrojé lamentablemente, recogí la escopeta y eché a correr con
todas mis fuerzas, perseguido por las carcajadas. Llegué a mi habitación, me
arrojé encima de la cama, y escondí la cara entre las manos. Mi corazón latía
como loco; me sentía confuso y feliz, preso de una turbación como jamás hasta
entonces la había experimentado.
Después de descansar un rato
me peiné, allané mis ropas y bajé a tomar el té. La imagen de la muchacha
flotaba ante mí; mi corazón se había serenado, pero seguía deliciosamente
encogido.
-Pero ¿qué te pasa? -me
preguntó bruscamente mi padre-. ¿Has matado algún cuervo?
Sentí deseos de confesárselo
todo, pero me retuve y me limité a sonreír para mis adentros. En el momento de
acostarme hice tres piruetas a la pata coja -sin saber por qué- y me puse
brillantina en los cabellos. Dormí como un tronco. Poco antes del amanecer, me
desperté un instante, levanté la cabeza, miré a mi alrededor, lleno de
felicidad... y volví a dormirme."
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