¡Debo decir que la lectura es la mejor diversión que existe! ¡Uno se cansa antes de cualquier cosa que de un buen libro! (Jane Austen. Orgullo y prejuicio)

jueves, 13 de diciembre de 2012

Corazón de Ulises. Javier Reverte


Este libro no se si es un libro de viajes, de historia o de mitología, pero ¿como no hablar de mitología o de historia viajando por Grecia?
El autor en este fantástico viaje, a través de tres continentes y de la Historia, nos lleva por el mar Egeo y algunas de sus caprichosas islas, pisando el suelo de Grecia, Egipto y Turquía donde seguirá los pasos del pélida Aquiles, el mítico Ulises, varios filósofos y poetas de la antigua Grecia y algunos personajes históricos no tan antiguos como lord Byron o el propio Cervantes.
Durante el periplo que dura el viaje nos cuenta anécdotas que le van sucediendo, gente que conoce, impresiones y descripciones a veces bastante graciosas y como no la Historia, con mayúsculas, de los sitios que va visitando.
El libro me ha encantado, la mezcla de historia y mitología y el tema Griego, yo que soy una enamorada del saber antiguo, me ha fascinado, es como si al leerlo lo viera a través de los ojos del autor, recreando los escenarios que lo fueron de tantas tragedias.
Uno de mis libros favoritos de toda la vida (aunque a algunos les parezca un rollazo) es la Odisea, no se cuantas veces me lo he leído y me lo volvería a leer, cualquiera que lo haya leído y se haya fascinado con el mismo no podrá dejar de ver con la imaginación todos los sitios por los que va pasando nuestro héroe. Citando al autor:

“Cuéntame, oh musa”, canta Homero, “la historia de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sagrada ciudad de Troya, anduvo errante largo tiempo, vio las ciudades y conoció las costumbres de muchos hombres, y padeció en su corazón gran número de penalidades durante su navegación por el mar, mientras se esforzaba por salvar su vida y la de sus compañeros para regresar a la patria. Pero no pudo librarlos de la muerte y todos perecieron a causa de sus locuras”. Con un principio semejante, nadie puede deternerse ya en la lectura del poema.

Y añadiría yo: ni detenerse, si puede viajar, tras las huellas del errante Odiseo.


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